Quizá me equivoque, pero detrás de la propuesta de la ley de
telecomunicaciones hay un gran acto de magia ocurriendo. Y hay que reconocer
que el equipo cercano del presidente sabe hacer su trabajo. Hablo del equipo
del presidente, y no del mandatario, porque Peña Nieto sólo es la edecán que acompaña
al mago. Es quien atrae las miradas mientras el truco se realiza ante sus ojos.
De eso se trata la prestidigitación: de distraer, de engañar a los sentidos (o
al entendimiento) para crear una ilusión.
El truco consiste en amenazar el único espacio libre de
expresión y organización de la sociedad, con la intención de ganarse la
indignación de la gente (aquí la mano del mago agita el pañuelo para que vean
que no hay nada sospechoso). El movimiento es astuto por dos motivos. Primero,
porque consiguió atraer la frustración y el enojo popular de la gente instruida
y descontenta; esas personas propensas a debatir, a convocar a manifestaciones,
las mismas que llenan las redes sociales de comentarios y ataques en contra del
gobierno. No es difícil conseguir esta reacción si se tiene en cuenta la falta
de resultados que ha dado el gobierno en año y medio. Como tampoco es gratuita la
caída continua en la popularidad de Peña Nieto en tan poco tiempo. El
descontento está más que generalizado, así que la mesa ya estaba puesta. La
segunda razón es histórica. Tanto el PRI como Peña Nieto tienen antecedentes
violentos, de represión y censura. Atenco y el largo recuento de matanzas,
desapariciones y atropellos que no aparecen en los libros de la historia oficial
bastarán para refrescar algunos olvidos selectivos. Con estos precedentes, a
nadie le sorprendería una nueva imposición, un gesto de renovado despotismo por
parte del villano nacional por excelencia (y después de un par de pases y de
agregar los polvos mágicos, el público está a merced del ilusionista).
Ahora viene lo interesante, la médula del embuste. La
propuesta de controlar internet en nombre de la seguridad y de la calidad de
los contenidos estaba planteada desde el inicio para desecharse (así es, el
mago ya sacó la moneda de su bolsa y en un instante la va a colocar debajo del
pañuelo). Una iniciativa semejante simplemente no iba prosperar ni a sostenerse
en la Suprema Corte de Justicia o en los tribunales internacionales, porque
atenta contra las libertades y los derechos esenciales de los mexicanos. Los
operadores políticos de Peña Nieto no son tan ingenuos como para no haber
calculado el desprestigio mundial y la consecuente salida de inversiones que esto
acarrearía. La mala prensa en el extranjero no le conviene al poster boy Peña Nieto, menos cuando la
revista Time le dedicó la portada y una extensa y empalagosa carta de amor, en
forma de artículo. Dentro del propio país aprobar estas propuestas sólo aceleraría
el declive electoral que se anuncia para el PRI en las elecciones de 2015.
Entonces, ¿para qué se tomó el gobierno tantas molestias?
¿Para qué se arriesgó a que la gente convocará a nuevas movilizaciones en su
contra? Sencillo, para encubrir su verdadera intención: proteger al monopolio
de la radio y la televisión. Así de simple. La reforma constitucional que se
aprobó hace unos meses perjudicaba seriamente la economía de Televisa. Aquí hay
que señalar que después del PRI, la televisora es el blanco favorito de la intelligentsia nacional. Pues sí, es la
empresa que controla la opinión pública, la información y la educación
sentimental de la mayoría de la gente; en consecuencia, es la que encumbra o
derriba a candidatos y gobiernos. Quizá esta empresa no sea la única mano que
mece la cuna, pero definitivamente es un actor preponderante, como correría el
riesgo de ser calificada por el organismo regulador si no se atemperan las reformas
constitucionales en su contra, lo cual le arrebataría los importantes privilegios
que sexenio tras sexenio (sin importar el partido político) se le tributan. (Es
el momento en el que el mago muestra la moneda a la audiencia estupefacta.)
Como Edgar Allan Poe evidenció en su cuento “La carta robada”,
no hacen falta estratagemas elaboradas para ocultar la verdad. Basta con
exhibirla en la cara del otro para quela pierda de vista.
¿Qué es lo más lamentable de esta situación, aparte del
engaño? La nueva oportunidad desperdiciada para que la sociedad se organice y
comience a plantear cambios reales, y que abandone las reacciones viscerales.
Sería muy interesante que la imaginación y la inventiva desplegada en las
consignas de las marchas, los plantones y las cadenas humanas se usara para
elaborar estrategias viables de presión política, como los boicots, la exigencia
de cuentas y las votaciones orquestadas por la propia ciudadanía para expulsar
democráticamente a los incapaces, a los corruptos, a los mezquinos. También
sería muy atractivo ver la eficiencia de los organizadores de protestas
trasladada en acciones civiles concretas. El truco es pegarle al sistema en
donde le duele, en donde le afecta de verdad: en los bolsillos y en los votos.
Víctor Uribe